Este domingo inició el horario de verano, pero mitigué la angustia de las primeras horas visitando los puestos que se ponen junto a la vía del tren para vender sus mercancías.
Sólo que lo que estaba buscando estaba una cuadra antes y ya lo había visto hace una semana: una grabadora reportera marca Philips. Ya deseaba tener una alternativa a la antigua grabadora que poseo desde hace 16 años, pero esta vez encontré esta ganga de cuarenta pesos.
Me di por bien servido, pero las ansias pudieron más conmigo y la quise probar a bordo de un autobús; no rodaban los engranes para los carretes. Entonces recordé que quizá por la falta de uso no funcionaba el motor, así que lo dejé por un momento para cumplir un compromiso pendiente.
Después llegué a mi casa para meterle mano a mi nueva adquisición (recuerden que no soy técnico en electrónica). Entonces por lo poco que pude revisar encontré la razón por la cual no rodaba: La banda se rompió.
Estimado lector. No sé leer el pensamiento, pero logro intuir que cree que es una causa perdida. Si quiere saber el desenlace de esta historia... Siga leyendo.
Encontré un walkman Magnavox -empresa norteamericana adquirida en los 90 por Philips- que se descompuso y como no tiene mucho por hacerle, tomé de ese aparato la banda, que coincidentemente era del mismo grosor y diámetro que el de mi nueva grabadora; así que con la ayuda de un pequeño punzón, coloqué el ligamento que ayudó a que el motor girara el mecanismo, el cual es muy preciso y con más funciones que la Sony.
Claro. Si Philips fue la creadora de los cassettes. Por lo tanto sus piezas son algo estandarizadas.
Perdí un y tocacintas, pero tengo piezas de repuestos así que -pensándolo bien- no todo está perdido. Y no voy a deshacerme de la Sony: necesita muchos cariños y la voy a llevar con su técnico para que le de una hermoseada.
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